El escritor tinerfeño (1936) Alberto Vázquez-Figueroa muy probablemente no llegará nunca a formar parte del Olimpo de los grandes escritores (ni creo que haya sido nunca su intención…), ya que su literatura no es precisamente del gusto de la crítica especializada. No hace lo que estos consideran una literatura seria, ni trata temas trascendentales del ser humano, ni su prosa destaca por ser florida y hermosa… Pero hay algo que no se le puede negar. Y es un talento innato para fabricar novelas de aventuras que se venden como churros. Desde que llamara por primera vez la atención internacionalmente en 1980 con Tuareg (aunque ya llevaba quince años de carrera literaria a sus espaldas) sus numerosísimas novelas inundan las estanterías de cualquier librería de España. Y es que cualquier novela de Vázquez-Figueroa no se lee, se engulle del tirón. Sólo recuerdo haberme leído una novela de una sola sentada en mi vida. Y era la continuación de Tuareg, Los ojos del tuareg (2000). Empecé a las seis de la tarde y terminé a la una de la mañana, saliendo de mi cuarto sólo media hora para cenar. Y ni siquiera me parece su novela más entretenida…
Podría haber recomendado muchas de sus novelas ya que me encantan por ejemplo Tiempo de conquistadores (2000) o Centauros (2007), sin embargo hoy voy a recomendar la primera que leí hace ya casi quince años y que recuerdo que me causó una profunda impresión. Se trata de Fuerteventura (1999). Su argumento sigue a Erika Simon, judía alemana exiliada en Inglaterra, que es infiltrada por los servicios secretos británicos en el grupo de prostitutas que alegran las horas de ocio de los oficiales alemanes que, después de duros meses en las profundidades del mar, van a recargar energías a la casa de “reposo” que el ejército alemán ha construido para ellos en la isla de Fuerteventura. La misión de la chica será recabar la mayor información posible sobre el movimiento de los temibles submarinos. Su riesgo, implicar su corazón en una inesperada relación amorosa. Su dilema, verse atrapada en una terrible encrucijada: traicionar a los aliados o traicionar a su amante.
Lo dicho, una novela que no se olvida fácilmente, y en la que especialmente destaca un personaje secundario: un antiguo relojero que ayudó de una manera sorprendente a los alemanes a llevar a cabo una de las mayores gestas militares de toda la Segunda Guerra Mundial, el asalto submarino a la base de Scapa Flow.